En Octubre de 2023 me reuní con un grupo de mujeres Ucranianas, de entre 30 y 80 años. La actividad consistía en reunirse para pintar con vino, una tradición moldava. La idea surgió gracias a otras mujeres que pintaron con café para conmemorar a sus familiares desaparecidos por el conflicto armado. Ellas crearon magia, magia de la profunda, de la que se transmite al verlas pintar a través de fotografías.

El día llegó y con ello, ¡las mujeres!. Llegaron con mucha curiosidad, expectantes. Yo las saludaba con gran alegría y con sonrisas que poco a poco empezaron a ser recíprocas, nos comunicábamos lo felices que estábamos. Algunas de ellas se conocían desde antes y era muy lindo verlas saludarse y platicar con mucho interés. Cuando empezamos una conversación en grupo, todas prestaban una atención muy profunda hacia la mujer que estaba hablando.

Ellas me dijeron que les gustaba mucho que viniera desde México y murmuraban diciendo varias ideas de las que yo sólo entendí “América”, “América”. Y, ¿saben? Algo mágico sucede en muchas ocasiones cuando estoy con las mujeres de los sitios a donde voy a trabajar: las palabras surgen naturalmente, sin forzarlas, de ellas para mí y de mí para ellas. Distintamente, cuando estoy en momentos en donde el sufrimiento es tanto que es como una niebla densa y “no hay mucho de dónde agarrarse” o en donde yo no me siento segura del todo por circunstancias externas a ellas, es cuando tengo que pensar con detenimiento mis palabras.

Este fue uno de esos momentos en donde las palabras surgieron naturalmente. Yo les dije que venía desde tan lejos (como ellas decían) para verlas a ellas y conocerlas. Les dije que admiraba su fortaleza. Y muy bellas, me contestaron: “Si, lo sabemos, somos fuertes”. Más tarde le conté sobre esta historia a mi mamá y hermana y fue ella, mi hermana, quien se dio cuenta que este es el primer lugar que visito en donde las mujeres dicen a la primera que son fuertes. Esta determinación y confianza con la que ellas saben que son fuertes nos puso a pensar ¿por qué será así para este grupo de mujeres y no es tan visible para otras que he acompañado? Siento que el orden simbólico puede ser la respuesta, todas hacemos orden simbólico, todas damos sentido a nuestra vida, y quizás para ellas les hace sentido decir que son fuertes y quizás a otras mujeres les haga sentido responder de manera diferente.

Volviendo a la sesión de pintura, la profesora estaba lista y también muy entusiasmada. La invitación era pintar sobre las fuentes de fortaleza y de vida que ellas tienen. Así, ellas podrían mirar su obra de arte y recordar lo que plasmaron, sobre todo en los momentos en los que el dolor se siente más fuerte.

La maestra les había llevado unas imágenes para que tuvieran algunas ideas por si la inspiración no llegaba o si no sabían cómo empezar. Naturalmente, cada una empezó a pintar a su ritmo, convencidas de lo que estaban pintando. Algunas pintaron árboles, otras flores. Todas fueron, son y seguirán siendo artistas.
La maestra me dijo que unas mujeres pintaron las casas de su infancia y dijeron que no necesitaban las imágenes que ella les mostraba como recurso, pues ellas querían “sacar la pintura de su memoria”, “ellas querían pintar sus memorias”. La profesora me llevó a ellas y muy orgullosas me mostraron sus casas en donde vivían cuando eran pequeñas. Estábamos muy conmovidas. Las niñas que crecieron en esas casas son su fuente de fortaleza.

Después, me acerqué a ver la pintura de una mujer que me sonreía. Ella me enseñó que pintó el mar, el cual es el recuerdo de Ucrania más significativo que ella tiene. Ella tomó su celular y me enseñó algunas fotos del lugar en donde ella vivía, junto al mar, y en donde ella se iba a sentar y relajar.

Finalmente, la última mujer en terminar su pintura era la de mayor edad del grupo. Sus compañeras la esperaban con ternura y ninguna la presionaba a terminar. Cada pincelada iba cargada de emociones muy intensas. Estaba pintando una casa preciosa. Pensé: “seguramente es una casa que ella conoce, un lugar seguro que le da fortaleza”.

El deseo con el que quiero sellar esta primera huella de elefanta es:
¡Que ellas y todas continuemos conectadas a nuestras fuentes de fortaleza y seguridad!

En Octubre de 2023 me reuní con un grupo de mujeres Ucranianas, de entre 30 y 80 años. La actividad consistía en reunirse para pintar con vino, una tradición moldava. La idea surgió gracias a otras mujeres que pintaron con café para conmemorar a sus familiares desaparecidos por el conflicto armado. Ellas crearon magia, magia de la profunda, de la que se transmite al verlas pintar a través de fotografías.

El día llegó y con ello, ¡las mujeres!. Llegaron con mucha curiosidad, expectantes. Yo las saludaba con gran alegría y con sonrisas que poco a poco empezaron a ser recíprocas, nos comunicábamos lo felices que estábamos. Algunas de ellas se conocían desde antes y era muy lindo verlas saludarse y platicar con mucho interés. Cuando empezamos una conversación en grupo, todas prestaban una atención muy profunda hacia la mujer que estaba hablando.

Ellas me dijeron que les gustaba mucho que viniera desde México y murmuraban diciendo varias ideas de las que yo sólo entendí “América”, “América”. Y, ¿saben? Algo mágico sucede en muchas ocasiones cuando estoy con las mujeres de los sitios a donde voy a trabajar: las palabras surgen naturalmente, sin forzarlas, de ellas para mí y de mí para ellas. Distintamente, cuando estoy en momentos en donde el sufrimiento es tanto que es como una niebla densa y “no hay mucho de dónde agarrarse” o en donde yo no me siento segura del todo por circunstancias externas a ellas, es cuando tengo que pensar con detenimiento mis palabras.

Este fue uno de esos momentos en donde las palabras surgieron naturalmente. Yo les dije que venía desde tan lejos (como ellas decían) para verlas a ellas y conocerlas. Les dije que admiraba su fortaleza. Y muy bellas, me contestaron: “Si, lo sabemos, somos fuertes”. Más tarde le conté sobre esta historia a mi mamá y hermana y fue ella, mi hermana, quien se dio cuenta que este es el primer lugar que visito en donde las mujeres dicen a la primera que son fuertes. Esta determinación y confianza con la que ellas saben que son fuertes nos puso a pensar ¿por qué será así para este grupo de mujeres y no es tan visible para otras que he acompañado? Siento que el orden simbólico puede ser la respuesta, todas hacemos orden simbólico, todas damos sentido a nuestra vida, y quizás para ellas les hace sentido decir que son fuertes y quizás a otras mujeres les haga sentido responder de manera diferente.

Volviendo a la sesión de pintura, la profesora estaba lista y también muy entusiasmada. La invitación era pintar sobre las fuentes de fortaleza y de vida que ellas tienen. Así, ellas podrían mirar su obra de arte y recordar lo que plasmaron, sobre todo en los momentos en los que el dolor se siente más fuerte.

La maestra les había llevado unas imágenes para que tuvieran algunas ideas por si la inspiración no llegaba o si no sabían cómo empezar. Naturalmente, cada una empezó a pintar a su ritmo, convencidas de lo que estaban pintando. Algunas pintaron árboles, otras flores. Todas fueron, son y seguirán siendo artistas.
La maestra me dijo que unas mujeres pintaron las casas de su infancia y dijeron que no necesitaban las imágenes que ella les mostraba como recurso, pues ellas querían “sacar la pintura de su memoria”, “ellas querían pintar sus memorias”. La profesora me llevó a ellas y muy orgullosas me mostraron sus casas en donde vivían cuando eran pequeñas. Estábamos muy conmovidas. Las niñas que crecieron en esas casas son su fuente de fortaleza.

Después, me acerqué a ver la pintura de una mujer que me sonreía. Ella me enseñó que pintó el mar, el cual es el recuerdo de Ucrania más significativo que ella tiene. Ella tomó su celular y me enseñó algunas fotos del lugar en donde ella vivía, junto al mar, y en donde ella se iba a sentar y relajar.

Finalmente, la última mujer en terminar su pintura era la de mayor edad del grupo. Sus compañeras la esperaban con ternura y ninguna la presionaba a terminar. Cada pincelada iba cargada de emociones muy intensas. Estaba pintando una casa preciosa. Pensé: “seguramente es una casa que ella conoce, un lugar seguro que le da fortaleza”.

El deseo con el que quiero sellar esta primera huella de elefanta es:
¡Que ellas y todas continuemos conectadas a nuestras fuentes de fortaleza y seguridad!