10 de enero de 2024

LA SABIDURÍA DESDE LA EXPERIENCIA

Nos han formado en una sociedad que alaba lo académico como única forma válida de crear conocimiento; sacar notas perfectas en la escuela desde primaria hasta universidad, y posteriores; entre más datos conozcas más valor tienes; las matemáticas y la ciencia como único valor de una inteligencia superior. La experiencia pasa a ser irrelevante, una no sabe más que el maestro, no debe cuestionar lo que está en los libros a los que nos exponen, no podemos pensar diferente de lo que está estipulado, de lo que fue investigado y creado (claramente por los hombres), la experiencia no tiene valor, tienes que apegarte a lo establecido, a menos que hagas un descubrimiento científico avalado por un gobierno que te reconozca y entonces pasas a ser validada. Alguien que construya desde su experiencia para tomarla, para hacerla parte de su día a día, para trabajar con otras, es socialmente irresponsable. ¿Cómo puedes estar inventando cosas? ¿Quién dijo eso? ¿Qué libro lo menciona? ¿Dónde están los datos científicos? Y, aun así, la bibliografía que se nos permite dar es solo la aprobada por la ciencia históricamente masculina, todo lo demás, “son patrañas”.

Históricamente, las mujeres, hemos creado conocimiento a través de la propia experiencia, individual y colectiva; con esto no quiero decir que la lectura y el estudio no sea relevante, pero al partir de nuestra experiencia y validando nuestra verdad, podemos reconocer con más claridad aquello a lo que nos oponemos para entender por qué no nos pertenece y a partir de ahí crear” A Olympe de Gouges fue su experiencia la que la llevó a escribir “La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la ciudadana” en 1792, movida por sus vivencias de sentirse excluida, y la ideología de que la única lucha de la mujer era aquella relacionada con la eterna belleza. A Mary Shelley, fue el dolor y el legado que dejó su madre Mary Wollstonecraft, lo que la llevó a expresarse a través de la escritura y seguir en una política feminista. Luce Irigaray se dio cuenta de que la percepción que tenían “Freud” y “Lacan” de la sexualidad de la mujer, era reducida a la famosa “envidia del pene” y al supuesto placer a través del coito. Desde su experiencia de ser mujer fue que escribió y desbarató estas teorías absurdas. 

El problema es, que lo que es validado, es la experiencia de los varones, lo que nos han mostrado y nombrado desde la primaria, fue creado desde la mirada y la experiencia masculina, ¿cómo se supone que eso nos incluye?, nuestra cuerpa ha sido estudiada, diseccionada y colonizada de una forma violenta. Por ejemplo, la palabra vagina en origen latín significa funda o estuche, relacionado al estuche donde los hombres metían los cuchillos o navajas. El anatomista alemán Johann Vesling (1598-1649) usó la palabra por primera vez en 1641 para describir la parte de la anatomía femenina que “cubre” el pene durante el coito. Estamos definidas con base a ser una cobertura para los hombres.

Los hombres crearon desde su ser varón, validado por otros hombres (claramente), y lo que las mujeres han creado desde su experiencia ha pasado a segunda categoría, ha sido usurpado o en el peor de los casos desaparecido. El patriarcado está embellecido en los textos académicos desde la primaria, el feminismo está empolvado; libros dispuestos a adoctrinar desde el sesgo sexista. ¿Quién le dice a la joven que está estudiando psicología que existe una nueva manera de entender la salud psicoemocional?, ¿quién le está contando que la psicología no debe ser individual, sino que debe tener una mirada social?, ¿quién le habla más allá de la falsa perspectiva de género que nos venden de manera institucional? No somos lo simbólico, siguen siendo ellos, nosotras tenemos que construir nuestros propios espacios para nutrirnos, porque para la sociedad androcéntrica la experiencia de la mujer no tiene valor ni dato científico. No somos la generalidad.

Así es como toda mi vida me he sentido poco “bruta”, que me cuesta aprender, retener información, recordar a “nuestros héroes”, toda mi vida académica se basó en memorizar para exámenes  y en cuanto concluía el examen exitosamente mi memoria hacia Reset, porque cuando intentaba comprenderlo, simplemente no me iba muy bien. Siempre pensé que mis desahogos a través de la escritura eran solo eso, un desahogo, un hobby, una manera de pasar el tiempo, hoy me doy cuenta de que le quité valor a mi experiencia. Cuando llegué al feminismo, específicamente a los espacios de Daniela Cato (@cuerpasenlibertad) y Viviana Muñoz (@psicovioleta), escuché una pequeña voz susurrándome «aquí es», poco a poco me di cuenta de que no se me exigía saber nada, que no había exámenes, y que no tenía que “aprobar algo”, ahora comienzo a mirarme, comienzo a verme como sabia. El último curso en el que estuve, vi algo que me tocó y me regresó a este tema, les dejo un extracto: 

«Reconozco en mí la dificultad y el temor a expresar mi palabra y sentir públicamente, preferiría no ser vista ni notada, lo siento peligroso, más aún, hablar de mí misma, pero a veces tengo necesidad o un gran deseo y lo hago como pueda, muchas veces con errores. Siempre con el consiguiente miedo a ser rechazada, desacreditada o burlada. Al mismo tiempo, disfruto mucho de las conversaciones y las palabras, de hablar, escribir, intercambiar y escuchar. Consigo partir de mi experiencia cuando hablo o escribo en confianza, normalmente en relaciones duales con mujeres, cuento cosas que parten de mi experiencia, pero noto que tiendo a relacionarlo, justificarlo u ocultarlo con lo colectivo, quizá ahí aparece un punto de vista ficticio que se vuelve plural. Puedo partir de mi experiencia, pero tiendo a disolverla o reducirla a lo colectivo, pareciera que lo colectivo fuera de más peso, más importante, aparenta incluir o abarcar lo general, ya que mi experiencia pudiera resultar insuficiente. Lo colectivo se impone sobre lo personal desde una posición ficticia de partida plural, que no es el partir de sí y que me aleja de la experiencia. La autoridad de la experiencia vacila y se coloca fuera, dudando de la verdad, del sentir de las entrañas» La niña no está mintiendo. Adriana Alonso Sámaro.

Me removió todo y sentí como si fueran mis propias palabras, todo lo que he sentido y siento está ahí, en una autora que no tenía idea quién era ni porque su vivencia era la mía. Recordé también, que las experiencias nos unen desde nuestro ser mujer en esta sociedad, por eso que nuestras creaciones sean las de otras y las de otras sean las nuestras. 

Compañeras, alaben su experiencia, el aprendizaje memorizado simplemente es espacio ocupado sin creación. El conocimiento se forma desde el estudio y desde la vivencia; lean a otras mujeres, escuchen las voces femeninas, lean teorías feministas, despatriarcalicen su alma, y recuerden que siempre habrá quienes las escuchen cuando lleguen a los espacios correctos.

Por: Yesenia Domínguez. 

Trabajos citados

https://etimologias.dechile.net/?vagina#:~:text=La%20palabra%20vagina%20viene%20del,espada%20que%20cubre%20el%20filo). (s.f.).

Sámano, A. A. (2020). La niña no está mintiendo. Trabajo personal para la Asignatura La Historia Viviente, revisado para la Asignatura Tabula Rasa del Master de DUODA, 2020.

10 de enero de 2024

LA SABIDURÍA DESDE LA EXPERIENCIA

Nos han formado en una sociedad que alaba lo académico como única forma válida de crear conocimiento; sacar notas perfectas en la escuela desde primaria hasta universidad, y posteriores; entre más datos conozcas más valor tienes; las matemáticas y la ciencia como único valor de una inteligencia superior. La experiencia pasa a ser irrelevante, una no sabe más que el maestro, no debe cuestionar lo que está en los libros a los que nos exponen, no podemos pensar diferente de lo que está estipulado, de lo que fue investigado y creado (claramente por los hombres), la experiencia no tiene valor, tienes que apegarte a lo establecido, a menos que hagas un descubrimiento científico avalado por un gobierno que te reconozca y entonces pasas a ser validada. Alguien que construya desde su experiencia para tomarla, para hacerla parte de su día a día, para trabajar con otras, es socialmente irresponsable. ¿Cómo puedes estar inventando cosas? ¿Quién dijo eso? ¿Qué libro lo menciona? ¿Dónde están los datos científicos? Y, aun así, la bibliografía que se nos permite dar es solo la aprobada por la ciencia históricamente masculina, todo lo demás, “son patrañas”.

Históricamente, las mujeres, hemos creado conocimiento a través de la propia experiencia, individual y colectiva; con esto no quiero decir que la lectura y el estudio no sea relevante, pero al partir de nuestra experiencia y validando nuestra verdad, podemos reconocer con más claridad aquello a lo que nos oponemos para entender por qué no nos pertenece y a partir de ahí crear” A Olympe de Gouges fue su experiencia la que la llevó a escribir “La Declaración de los Derechos de la Mujer y de la ciudadana” en 1792, movida por sus vivencias de sentirse excluida, y la ideología de que la única lucha de la mujer era aquella relacionada con la eterna belleza. A Mary Shelley, fue el dolor y el legado que dejó su madre Mary Wollstonecraft, lo que la llevó a expresarse a través de la escritura y seguir en una política feminista. Luce Irigaray se dio cuenta de que la percepción que tenían “Freud” y “Lacan” de la sexualidad de la mujer, era reducida a la famosa “envidia del pene” y al supuesto placer a través del coito. Desde su experiencia de ser mujer fue que escribió y desbarató estas teorías absurdas. 

El problema es, que lo que es validado, es la experiencia de los varones, lo que nos han mostrado y nombrado desde la primaria, fue creado desde la mirada y la experiencia masculina, ¿cómo se supone que eso nos incluye?, nuestra cuerpa ha sido estudiada, diseccionada y colonizada de una forma violenta. Por ejemplo, la palabra vagina en origen latín significa funda o estuche, relacionado al estuche donde los hombres metían los cuchillos o navajas. El anatomista alemán Johann Vesling (1598-1649) usó la palabra por primera vez en 1641 para describir la parte de la anatomía femenina que “cubre” el pene durante el coito. Estamos definidas con base a ser una cobertura para los hombres.

Los hombres crearon desde su ser varón, validado por otros hombres (claramente), y lo que las mujeres han creado desde su experiencia ha pasado a segunda categoría, ha sido usurpado o en el peor de los casos desaparecido. El patriarcado está embellecido en los textos académicos desde la primaria, el feminismo está empolvado; libros dispuestos a adoctrinar desde el sesgo sexista. ¿Quién le dice a la joven que está estudiando psicología que existe una nueva manera de entender la salud psicoemocional?, ¿quién le está contando que la psicología no debe ser individual, sino que debe tener una mirada social?, ¿quién le habla más allá de la falsa perspectiva de género que nos venden de manera institucional? No somos lo simbólico, siguen siendo ellos, nosotras tenemos que construir nuestros propios espacios para nutrirnos, porque para la sociedad androcéntrica la experiencia de la mujer no tiene valor ni dato científico. No somos la generalidad.

Así es como toda mi vida me he sentido poco “bruta”, que me cuesta aprender, retener información, recordar a “nuestros héroes”, toda mi vida académica se basó en memorizar para exámenes  y en cuanto concluía el examen exitosamente mi memoria hacia Reset, porque cuando intentaba comprenderlo, simplemente no me iba muy bien. Siempre pensé que mis desahogos a través de la escritura eran solo eso, un desahogo, un hobby, una manera de pasar el tiempo, hoy me doy cuenta de que le quité valor a mi experiencia. Cuando llegué al feminismo, específicamente a los espacios de Daniela Cato (@cuerpasenlibertad) y Viviana Muñoz (@psicovioleta), escuché una pequeña voz susurrándome «aquí es», poco a poco me di cuenta de que no se me exigía saber nada, que no había exámenes, y que no tenía que “aprobar algo”, ahora comienzo a mirarme, comienzo a verme como sabia. El último curso en el que estuve, vi algo que me tocó y me regresó a este tema, les dejo un extracto: 

«Reconozco en mí la dificultad y el temor a expresar mi palabra y sentir públicamente, preferiría no ser vista ni notada, lo siento peligroso, más aún, hablar de mí misma, pero a veces tengo necesidad o un gran deseo y lo hago como pueda, muchas veces con errores. Siempre con el consiguiente miedo a ser rechazada, desacreditada o burlada. Al mismo tiempo, disfruto mucho de las conversaciones y las palabras, de hablar, escribir, intercambiar y escuchar. Consigo partir de mi experiencia cuando hablo o escribo en confianza, normalmente en relaciones duales con mujeres, cuento cosas que parten de mi experiencia, pero noto que tiendo a relacionarlo, justificarlo u ocultarlo con lo colectivo, quizá ahí aparece un punto de vista ficticio que se vuelve plural. Puedo partir de mi experiencia, pero tiendo a disolverla o reducirla a lo colectivo, pareciera que lo colectivo fuera de más peso, más importante, aparenta incluir o abarcar lo general, ya que mi experiencia pudiera resultar insuficiente. Lo colectivo se impone sobre lo personal desde una posición ficticia de partida plural, que no es el partir de sí y que me aleja de la experiencia. La autoridad de la experiencia vacila y se coloca fuera, dudando de la verdad, del sentir de las entrañas» La niña no está mintiendo. Adriana Alonso Sámaro.

Me removió todo y sentí como si fueran mis propias palabras, todo lo que he sentido y siento está ahí, en una autora que no tenía idea quién era ni porque su vivencia era la mía. Recordé también, que las experiencias nos unen desde nuestro ser mujer en esta sociedad, por eso que nuestras creaciones sean las de otras y las de otras sean las nuestras. 

Compañeras, alaben su experiencia, el aprendizaje memorizado simplemente es espacio ocupado sin creación. El conocimiento se forma desde el estudio y desde la vivencia; lean a otras mujeres, escuchen las voces femeninas, lean teorías feministas, despatriarcalicen su alma, y recuerden que siempre habrá quienes las escuchen cuando lleguen a los espacios correctos.

Por: Yesenia Domínguez. 

Trabajos citados

https://etimologias.dechile.net/?vagina#:~:text=La%20palabra%20vagina%20viene%20del,espada%20que%20cubre%20el%20filo). (s.f.).

Sámano, A. A. (2020). La niña no está mintiendo. Trabajo personal para la Asignatura La Historia Viviente, revisado para la Asignatura Tabula Rasa del Master de DUODA, 2020.